miércoles, 30 de abril de 2014

Evolución

Cambio. Vivimos en un estado constante de cambio, en donde lo que parece más sólido o estable termina por ser efímero. A veces solo basta con mirar un poco al pasado, para darte cuenta de ello. ¿Eres la misma persona que eres ahora? ¿Qué cosas se han quedado por el camino? Y lo más importante, ¿eres feliz con dicho cambio? Una vez has echado la vista atrás puedes caer en la cuenta de lo distintas que son las cosas hoy. Quizás, parte de ti es más sabia. Parte de ti, ha aprendido de los errores . Quizás, hayas dejado atrás a personas que en su día, lo fueron todo para ti pero al final, se han quedado aquellos que han resultado ser imprescindibles. Quizás, ahora miras las cosas desde otras perspectiva, desde la perspectiva de la experiencia. Entre tanto, has sufrido pérdidas. Pérdidas en las relaciones, pérdidas en la manera de afrontar las cosas, pérdidas en la manera de actuar... Pérdidas al fin y al cabo. Muchas personas creen que dejar cosas atrás es irremediablemente triste, malo o realmente doloroso. Puede que a veces lo sea, puede que haya pérdidas que son difíciles de encajar pero finalmente, seguimos adelante. Cambiamos, evolucionamos. La historia de nuestra evolución personal acaba resumiéndose en aquello que descartamos, en aquello que dejamos atrás. Al final lo que permanece, es lo indispensable. Y entre tanto cambio, hay algunas cosas que a uno le alegran que no cambien. 

viernes, 31 de enero de 2014

El miedo sumiso.

El miedo es la emoción más básica del ser humano para protegernos de cosas desagradables, de peligros o de amenazas que rompan con nuestra estabilidad. Generalmente, el miedo se asocia con un concepto negativo del mismo, ya que dicha emoción en ocasiones nos limita y hay veces que no nos permite actuar. Pero realmente, ¿el miedo llega a ser algo malo o que adquiera una connotación negativa? Utilizado de manera poco decorosa, el miedo se convierte un arma de dominación y control poderosa en la que nos convertimos en sumisos de aquellos dirigentes que tratan que nos acobardemos y actuemos acorde a sus intereses. Sin embargo, el miedo también nos impulsa a ser valientes, a matar ese freno que nos impide actuar, a querer mejorar. Hay gente que cree que la ausencia de miedo es la que nos lleva a conseguir grandes cosas, pero el no tenerlo ¿no nos hace en cierta medida inconscientes o ajenos a la realidad? El miedo es necesario, pero no dejando que este nos controle. Hay que establecer una relación en la que nosotros seamos conscientes de que está ahí, que lo controlemos y que lo utilicemos como ente motivador que nos permita alcanzar aquello que queremos conseguir. No se trata de evitar el miedo, sino de canalizar el potencial de este y encaminar nuestra manera de actuar a conseguir algo productivo de dicha emoción.




lunes, 23 de diciembre de 2013

Reciclar(se)

El camino es largo, el camino es duro. Conseguir aquello que queremos, no es tarea fácil. Hay veces en las que creemos estar persiguiendo nuestro objetivo cuando en realidad, lo único que estamos haciendo es alejarnos de él por las meras ganas de llegar a este lo antes posible. Esto conlleva en ocasiones a que entremos en un estado de desgaste, de agotamiento, tanto físico como emocional. Es entonces, cuando necesitamos descontaminar en cierta parte nuestros pensamientos y formas de actuar con el fin de estar bien con nosotros mismos, redescubrir la pasión que nos mueve y volver al terreno de juego con fuerzas, con ganas de conseguir aquello que queremos conseguir, pero disfrutándolo. Es importante visualizar nuestra meta y continuar para llegar a ella, pero sin olvidar de disfrutar del camino, sin olvidar las veces que nos hemos levantado tras cada caída y así recordarnos que podemos hacerlo otra vez. Cuando llegamos al punto de desgaste, es momento de parar. Es momento, de volver al punto de partida. Es necesario, reciclar nuestra manera de pensar, desechando aquello que no trae nada positivo a nuestras vidas y quedándonos con aquello que verdaderamente nos aporta algo. Es necesario, ser conscientes de todo lo que hemos conseguido y que esto nos sirva de aliciente para ver que somos capaces de más, de conseguir aquello que trifulca en nuestra cabeza. Al final, reciclarse, supone un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de hacer las cosas mejor.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Fénix

Dicen que en la adversidad se miden las personas. Hay veces que los golpes son realmente duros y cuesta volver a ponerse en pie, pero finalmente, acabas haciéndolo. Una y otra vez. Antes de ello, pasas por un periodo de recuperación. Las recuperaciones no son fáciles, suelen doler más que el propio golpe. La gente más cercana puede ayudarte, aconsejarte, entenderte, aliviar la carga que llevas a cuestas… pero en realidad, la recuperación acabas haciéndola tú solo. Una vez hemos pasado ese periodo crítico o de vulnerabilidad por un tiempo, salimos fortalecidos. Si crees que has perdido el tiempo, quizás te equivocas, ya que curar las heridas no es fácil, requiere de paciencia y de tiempo y hay algunas que tardan en cicatrizar. Una vez lo has hecho, es momento de volver a reincorporarte a la carrera. ¿Quién dijo que iba a ser fácil? Encontrarás obstáculos y vas a tener que sortearlos. Van a ponerte a prueba. Vas a sentir dolor. Ahí es donde tienes que ser consciente de las veces que te has caído y te has levantado, de aquello que anhelabas y has conseguido, de todo aquello que puedes y te queda por conseguir. Inevitablemente una vez has vuelto al terreno de juego, te preguntas donde se había ido la fuerza que tienes cuando te habías caído, te preguntas dónde estabas tú mismo y en verdad no nos hemos ido, seguimos ahí, pero vulnerables solo por un tiempo. De cada derrota, aprendemos. De cada derrota, somos más sabios. De cada caída, aprendemos a vencer, a superarnos, y una vez más a preguntarnos: ¿Es lo máximo que podemos dar de nosotros mismos?

lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Es la vida que queremos vivir?

Hay momentos en nuestra vida que la rutina nos consume. Estar inmersos en hábitos adquiridos en los que hacemos las cosas sin pensar acaba por hacernos mella. De alguna manera, la rutina nos impide darnos cuenta, ser conscientes del ahora, del momento en el que estamos viviendo. Es entonces, cuando deseamos el cambio. Dichos cambios, normalmente suelen estar marcados por grandes acontecimientos pero los mejores cambios, llegan en pequeños momentos. Los mejores cambios llegan, una vez paramos y vemos quienes somos. Aquellos importantes, aquellos que te pusieron a prueba. Aquellos que hicieron de ti alguien grande. Esos que te hicieron vulnerable por un tiempo, pero que finalmente te hicieron más fuerte. Esos, que te hicieron humano. Cuando la sensación agobiante de la rutina nos agobie, es el momento de reflexionar y decidir. ¿Es esta la vida que queremos vivir? ¿Apostamos por la persona equivocada? ¿Es el momento de dejar atrás aquello que nos está haciendo daño? ¿Podemos esforzarnos más? ¿Podemos hacerlo mejor? Una vez somos conscientes de aquello que queremos cambiar de nuestra vida, es el momento de echar la vista atrás solo un momento. Todo ello, para mirar lo que hemos conseguido hasta entonces, y volver a mirar hacia adelante, ver todo aquello que nos queda por conseguir, y finalmente seguir nuestro camino.

lunes, 28 de octubre de 2013

El principio 90/10

El escritor Stephen Covey escribió sobre el principio 90/10 en el cual se nos descubre que la manera de reaccionar ante determinadas situaciones que nos ocurren en nuestro día a día, son clave para entender lo que nos sucede en nuestras vidas. No controlamos el 10% de lo que nos sucede en nuestra vida, pero el 90% de ello, lo acabamos determinando nosotros. Tenemos buenos y malos días. De estos últimos, ¿realmente nos paramos a pensar que ha originado nuestro caótico día? Solemos atribuir la culpa a una serie de factores, a un cúmulo de cosas y en ocasiones a otras personas cuando en realidad, la culpa de ese fatídico día la hemos tenido nosotros, o concretamente nuestra forma de reaccionar ante los eventos que se nos han presentado. Hay que partir de la base de que no todo podemos controlarlo. El control da tranquilidad, da estabilidad. Pero todos sabemos que no todo es predecible ni controlable, hay cosas que se nos escapan de las manos. En ocasiones, cosas que no se nos pasan ni por la cabeza, pero que debemos de hacer frente. ¿A veces, no os ha dado la sensación de que la vida os ha puesto a prueba una y otra vez? Cuando sucede, es fácil perder los nervios. Es fácil venirse abajo. ¿Es constructivo para nuestra salud emocional reaccionar así? Todo depende del cristal con el que se miren las cosas. Nuestra manera de enfrentarnos a determinadas eventualidades, va a determinar nuestro día, nuestra manera de relacionarnos con los demás o nuestra predisposición a realizar alguna tarea. Al final lo que hacemos, pensamos o decimos, se convierte en una especie de boomerang que regresa a nosotros. En última instancia, nosotros somos los artífices de hacer de aquello que nos vuelve, sea algo que merezca la pena o no.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Las batallas que ganamos, las batallas que perdimos.

Con el paso del tiempo las cosas cambian, se desgastan o se perfeccionan. Entre tanto, vivimos constantemente tomando decisiones. Algunas, no afectan al trascurso de nuestras vidas, y otras sin embargo, la trastocan de la manera más profunda que jamás podríamos imaginar. Y aprendemos a vivir con ellas. Con las decisiones tomadas con valor, con aquellas tomadas con una cierta dosis de locura, con aquellas que son acertadas y otras que quizás no lo son tanto. También luchamos batallas, en las que hay veces que salemos victoriosos y otras que nos hacen sufrir más de lo necesario. Como seres humanos, erramos. Esto significa que hay veces que perdemos el tiempo luchando por causa de una mentira, o sufrimos por personas que no estaban a la altura de nuestro amor. Lo importante al final de todo, es saber que las malas decisiones, o las batallas que hemos librado y que nos han permitido llegar a donde estamos hoy, siempre terminan por enseñar algo. No importa cuántas heridas y cicatrices haya supuesto caer en nuestras particulares luchas. Cada herida y cada cicatriz es una hazaña que indica que nos hemos levantado en las situaciones más adversas, que hemos lidiado con el dolor, que hemos sido capaces de sobreponernos a aquello que un momento nos hizo débiles pero que ahora nos ha hecho fuertes. Si la decisión que tomamos es acertada, saldremos victoriosos de la batalla, si no lo es, saldremos derrotados, tendremos que comenzar todo otra vez, pero esta vez seremos más sabios. La base del éxito, al final se basa, en la constante de seguir luchando, una y otra vez.