lunes, 23 de septiembre de 2013

Las batallas que ganamos, las batallas que perdimos.

Con el paso del tiempo las cosas cambian, se desgastan o se perfeccionan. Entre tanto, vivimos constantemente tomando decisiones. Algunas, no afectan al trascurso de nuestras vidas, y otras sin embargo, la trastocan de la manera más profunda que jamás podríamos imaginar. Y aprendemos a vivir con ellas. Con las decisiones tomadas con valor, con aquellas tomadas con una cierta dosis de locura, con aquellas que son acertadas y otras que quizás no lo son tanto. También luchamos batallas, en las que hay veces que salemos victoriosos y otras que nos hacen sufrir más de lo necesario. Como seres humanos, erramos. Esto significa que hay veces que perdemos el tiempo luchando por causa de una mentira, o sufrimos por personas que no estaban a la altura de nuestro amor. Lo importante al final de todo, es saber que las malas decisiones, o las batallas que hemos librado y que nos han permitido llegar a donde estamos hoy, siempre terminan por enseñar algo. No importa cuántas heridas y cicatrices haya supuesto caer en nuestras particulares luchas. Cada herida y cada cicatriz es una hazaña que indica que nos hemos levantado en las situaciones más adversas, que hemos lidiado con el dolor, que hemos sido capaces de sobreponernos a aquello que un momento nos hizo débiles pero que ahora nos ha hecho fuertes. Si la decisión que tomamos es acertada, saldremos victoriosos de la batalla, si no lo es, saldremos derrotados, tendremos que comenzar todo otra vez, pero esta vez seremos más sabios. La base del éxito, al final se basa, en la constante de seguir luchando, una y otra vez.